15.12.08

LA VIA DEL PRESENTE

EMOCIONES
por Daniel Scian


No es exagerado afirmar que la parte mas ardua y difícil de este verdadero trabajo (y que es conocido desde hace tiempo como “trabajo sobre si”) es la que se ocupa de las emociones.
En una antigua alegoría que compara al hombre con un carruaje, ellas corresponden a los caballos que tiran de él. Claro, la palabra emoción se refiere a e , hacia fuera, y moción , movimiento, es decir, aquello que nos mueve hacia fuera, ese movimiento que surge de nuestro interior y que nos lleva hacia las cosas. Podemos pensar que ese es el aspecto activo de una fuerza que, en su aspecto pasivo conocemos como sentimiento. O sea, hay una corriente de influencia del mundo hacia mí que se concreta en los sentimientos, y una corriente de reacción de mí hacia el mundo que se expresa en las emociones.
Como caballos sin domar, ellas pueden llevarnos lejos… en direcciones equivocadas, absurdas o peligrosas. Pero intentar domarlas siempre genera una gran cantidad de sufrimiento inútil, de modo que mejor es entrenarlas para que nos ayuden a lograr nuestras metas. Preguntas tan sencillas como quien soy, adonde voy, de donde vengo, obligan a poner todas las cosas en perspectivas reales y en seguida ubican a las emociones en contextos objetivos. La alegría de danzar en la cubierta del Titanic se corrige luego de esas preguntitas, pero también lo hace la rabia de perdernos nuestro programa favorito o la tristeza de que nuestro equipo fue derrotado.
Mucho de lo que creemos sagrado o superior no es más que emoción y las lágrimas que nos provocan se parecen a las que caen ante una novela o película. Distinguir el nivel de las emociones del de fenómenos elevados es tarea básica para no perder tiempo y valiosa energía en perseguir estados ilusorios e inútiles. Es tremendo pensar que tanta gente que busca ampliar su mundo interior con sustancias solo consigue arruinarse el hígado o el cerebro para recorrer emociones de un catalogo limitado, previsible. Pero también se puede obtener iguales fracasos con instrumentos aparentemente mejores como la meditación o cualquier técnica parecida. Obviamente, no estoy diciendo que la meditación sea mala… ni que las drogas lo sean, sino que son simples instrumentos que van a darnos solo lo que tengamos ordenado en nuestras emociones. Por eso no es lo mismo tomar peyote para un indio reunido con su pueblo en un mitote (reunión periódica que tiene el objetivo de obtener cierta iluminación) que para un habitante de la ciudad, ni es lo mismo meditar con la disciplina del que tiene por meta conocerse que hacerlo como tomar valium.
Las obras de arte que nos llevan cerca de estados sublimes nos recuerdan que mas allá del placer o displacer, por encima de nuestras emociones, hay otras experiencias posibles que nos exigen volar alto. Es el recuerdo de nuestra naturaleza evolutiva que no debería estancarse en la aparente calma de las emociones cristalizadas que llamamos estabilidad. Tener el temple de avanzar por el mar de los estados interiores es una estabilidad muy distinta de la que resulta de quedarnos en la orilla a jugar.
Pero en la vida cotidiana lo que realmente importa es el control de las emociones cuando, desbocadas, nos descarrilan a cada instante, lo cual no se consigue sino con esfuerzos correctos y practica constante.
Y el trabajo se inicia en la observación de si, en darse cuenta de las emociones antes de intentar cualquier control. Un ejercicio útil es el de tratar de distinguir, en cada momento, emociones de pensamientos y de sensaciones físicas: no es lo mismo fastidio o angustia que frío o dolor ni que la idea de que tengo que pedir un turno al dentista. Y otro trabajo para siempre es el de discernir entre mis emociones y las de los demás, porque la mayoría de nuestros estados negativos proviene de confundirlas. Si a mi lado hay alguien triste, no hay lógica que me obligue a compartir su tristeza o a verme contagiado por su estado, porque no me pertenece, y porque me vuelve inútil frente a ello, al igual que un enfermero que ante el dolor de un paciente se pusiera a llorar con el en lugar de confortarlo o atenderlo.

Lamentablemente hacemos un culto de ese contagio inútil al que llamamos solidarizarnos, y olvidamos el valor de trabajar constantemente para desarrollar una actitud positiva que, por otra parte, es lo que resulta de verdad útil para el otro. Cuando uno siente el noble deseo de ayudar a la humanidad debe saber que la mas importante contribución que puede hacer es la de ser una persona normal, lo mas feliz que pueda, y hacer todo lo que este a su alcance para no ser un problema ni un estorbo para los demás. La humanidad, agradecida. Por eso, conocer mis emociones, no estar a su merced, alimentarlas con positividad, no descansar en la tarea de ser libre, todo eso constituye un esfuerzo útil.
La positividad de la que hablo no es una conformidad o adecuación resignada sino, todo lo contrario, una fuerza activa que ordena el mundo interior alrededor de prioridades verdaderas como la libertad, la trascendencia o la ubicación correcta en el diseño del que somos parte. Como cuando un deportista entrena: en cierto modo sufre y hasta siente dolor, pero todo eso esta contenido por su intención y su deseo hasta convertirse en algo placentero; no es que disfrute el sufrimiento sino que una meta superior relativiza y pone en otra perspectiva ese sufrimiento.

IMÁGENES: Alberto Pancorbo

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