15.10.08

LA HISTORIA DEL TÉ


En tiempos antiguos el té no se conocía fuera de China. Rumores de su existencia habían llegado a los sabios e ignorantes de otros países, y cada uno trataba de investigar qué era, de acuerdo con lo que querían o lo que pensaban que era. El rey de un país mandó un embajador con su comitiva a China y el emperador chino les dio té.
Pero al ver que también los campesinos lo bebían, llegaron a la conclusión de que no era digno de su amo real y, además, que el emperador chino estaba tratando de engañarlos, haciendo pasar otra sustancia por la bebida celestial, de la que tanto habían oído.
Un filósofo, el más grande de otro país, recolectó toda la información que pudo encontrar sobre el té y luego llegó a la conclusión de que debía ser una sustancia que raramente se encontraba y que era diferente de las que hasta entonces se conocían. Pues, ¿No se hacía referencia a ella como una hierba, un agua verde, negra, a veces amarga y a veces dulce?
En otros países, durante siglos, la gente probó todas las hierbas que podía encontrar. Muchos fueron envenenados, todos estaban desilusionados, pues nadie había llevado la planta de té a sus tierras, y, por tanto, no la podían encontrar. También inútilmente bebieron todos los líquidos que pudieron encontrar.
En otro territorio, una pequeña bolsa de té era llevada continuamente en procesión, ante el público, mientras ellos caminaban hacia sus observancias religiosas. Nadie pensaba en probarlo. En verdad nadie sabía cómo hacerlo, o que se podía hacer, todos estaban convencidos de que el té mismo tenía una cualidad mágica. Un hombre sabio les dijo: "Viertan sobre ella agua hirviendo, hombres ignorantes".
Rápidamente lo colgaron y lo clavaron en alto, porque hacer esto, de acuerdo con sus creencias, conduciría a la destrucción de su té. Y esto mostraba, por lo menos para su propia satisfacción, que él era un enemigo de su fé.
Sin embargo, unos cuantos, que lo habían escuchado antes de morir, pudieron obtener algo de té y beberlo en secreto. Cuando alguien les decía: "¿Qué están bebiendo?" contestaban: "Es solamente una medicina que tomamos para cierta enfermedad".
Y así sucedía en todo el mundo.
El té había sido visto crecer por algunos que no lo reconocían.
Había sido dado a otros a beber, pero ellos creyeron que era la bebida de la gente común.
Había estado en posesión de otros, que lo veneraban, así como a su recipiente.
Fuera de China sólo unos cuántos en verdad lo bebían, y esto solamente ocultándose.
Fue entonces que vino un hombre de conocimiento profundo, y les dijo a los vendedores de té, a los que bebían té y a otros: "Aquel que prueba sabe. Aquel que no prueba, no sabe. En vez de hablar sobre la bebida celestial, no digan nada, sino ofrézcanla a sus invitados. Aquellos a quienes les guste, pedirán más; aquellos a quienes no les guste, demostrarán que no son aptos para ser bebedores de té.
Cierren la puerta del argumento y del misterio.
Abran la casa de té de la experiencia".

Después de esto, el té fue llevado de un punto a otro en la ruta de la seda, siempre que un mercader de jade, o piedras preciosas, o seda, paraba a descansar, hacía té y lo ofrecía a quien estuviera cerca, así estuviese en conocimiento del té o no. Este fue el principio de las Chaikhanas, las casas de té que fueron establecidas por todo el camino desde Pekín a Bokhara y Samarkanda; todos aquellos que probaban, sabían.

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